Cambiar para Cambiar

Cambiar para Cambiar

Aferrarnos a la permanencia de algo o de alguien es inútil y nos lleva a sufrir. El cambio es el proceso natural del fluir de la vida. Podemos aprovechar esta condición para volver las cosas en nuestro favor.

En el universo, todo cambia siempre, nada permanece nunca. Para que haya transformación, tiene que haber cambios. Cuando aceptamos que el cambio es inherente a nuestra existencia, entonces nos abrimos a una nueva forma de ver y a una nueva forma de comprender que nos permiten aprender a vivir adecuadamente en los cambios e incluso provocar los que deseamos.

Sí, resulta difícil (a veces imposible) aceptarlos cuando significa perder una gran oportunidad, o un ser querido, o la salud. Sin embargo, mirando hacia atrás podemos comprender que los cambios significativos que hemos experimentado han sido piedras angulares y puntos de inflexión en nuestras vidas. La mayoría de las veces para mejor.

Aprendemos mucho más sobre quiénes somos después de los grandes cambios de nuestra vida. Entendemos mejor lo que queremos y qué dirección tomar. Comprobamos que solo hay un camino, y es aceptar el cambio como parte de nuestro camino vital.

Para poder sacar el mejor partido a nuestra condición mutable, simplemente porque no puede ser de otra manera, existen dos aspectos que nos conviene ejercitar:

Uno, consiste en vivir los cambios aceptando simplemente que ocurren y ocurrirán porque es bueno que ocurran. Esta forma de manejar los acontecimientos es una capacidad adaptativa natural y sana.

Aunque algunos cambios son difíciles, algunos son incluso tremendamente dolorosos, todos son imprescindibles para nuestro desarrollo y evolución. Aceptar los cambios es una fortaleza de la que aprendemos. Entre otras cosas, el cambio nos enseña a soltar algo para poder coger algo nuevo. Si vamos subiendo por una escalerilla de mano, tenemos que soltar un peldaño para poder coger el siguiente.

Aceptar los cambios también nos entrena a afrontar el miedo que nos provoca la incertidumbre de vivir y nos enseña a disfrutar de lo nuevo con curiosidad. La psicología sabe hace tiempo que practicar la aceptación conduce a una mejor salud mental y a un bienestar general. Aceptar el momento presente permite actuar más fácilmente en lo que es importante en ese momento (ahora) y esto lleva a superar más rápidamente y mejor los problemas y los conflictos.

Otro aspecto es nuestra capacidad de iniciar los cambios necesarios para resolver una situación, para mejorar una relación y también para salir de un patrón de pensamiento que no nos favorecen. Como el ser humano es multidimensional se puede activar cambios actuando en varios niveles.

Saber manejar los cambios y saber provocarlos para nuestro beneficio es una valiosa habilidad que se puede desarrollar atendiendo a sus dos aspectos.

1. Aceptar el cambio.

Para muchos, la aceptación es un proceso que requiere esfuerzo porque se confunde con resignación. En realidad, implica vivir cualquier experiencia (positiva, neutra o negativa) sin tratar de evitarla, combatirla o negarla.  La capacidad de aceptar lo que ocurre significa aceptar la realidad porque está ocurriendo. Es un proceso de tolerancia y adaptación, pero nunca de lucha o de sometimiento.

En el otro extremo del espectro, están los mecanismos de no aceptación como la evitación, la resistencia, la negación, la supresión y la represión que conducen a una variedad de condiciones mentales, como la depresión, la ansiedad o la distracción y llevan a pensamientos y comportamientos con resultados negativos.

Aceptar es un movimiento de conciencia que comprende:

  • Voluntad

La voluntad se entiende a varios niveles. Por un lado, es la capacidad para decidir libremente lo que se desea y lo que no. También significa la capacidad de poner el esfuerzo necesario para hacer algo. Y, así mismo, se refiere a elegir ser parte de algo, por ejemplo, elegir no evitar, no juzgar o no ser intolerante. En este contexto, la voluntad se refiere a la elección consciente de aceptar.

  • No Juicio

No juzgar se refiere a un esfuerzo consciente para evitar evaluar algo como bueno o malo y correcto o incorrecto. Esto significa procurar no juzgar a los demás y tener una mente abierta hacia situaciones, personas y eventos, lo que lleva a niveles más amplios y profundos en la comprensión de lo que ocurre y a más compasión en las relaciones.

  • Desapego

El apego es un vínculo emocional que nos une principalmente a cosas materiales. El apego lleva en sí un deseo de permanencia. Por el contrario, el desapego es reconocer que nada permanece igual nunca, que todo cambia y todo pasa. Practicar el desapego es beneficioso porque nos permite soltar los lazos afectivos que nos aferran a cosas, pero también a personas se irán o situaciones que cambiarán inevitablemente.

  • No evitar

Este aspecto de la aceptación se refiere a atender lo que ocurre en lugar de querer evitarlo porque nos resulta temible, doloroso, incómodo, difícil, etc. Según el principio de no evitación, los acontecimientos se pueden manejar mejor cuando nos involucramos con ellos en lugar de evitarlos. Ante un problema, tenemos más posibilidades de resolverlo si salimos de la cama en lugar de echarnos la sábana encima de la cabeza.

  • Tolerancia

Generalmente, se asume que tolerancia y aceptación significan lo mismo, pero no son sinónimos. La tolerancia es la capacidad o disposición para soportar la existencia de situaciones, opiniones o comportamientos que no nos gustan o con los que no estamos de acuerdo. La capacidad de tolerar facilita una mayor aceptación de la realidad. La tolerancia requiere fuerza y se puede practicar, entrenar y desarrollar.

Para reforzar las rutas neuronales que favorecerán o impedirán tu capacidad de adaptación al cambio, te puedes ayudar con imágenes. Por ejemplo, imaginando como el agua del mar se evapora, se transforma en nube y luego en lluvia, para volver al río que fluirá hacia el mar. También puedes inspirarte de la metamorfosis del gusano que construye la crisálida en la que vivirá en secreto la alquimia que lo transformará en mariposa. Evocar cualquier proceso de la naturaleza te podrá servir de inspiración para la meditación, como la semilla que se transforma en árbol portador de frutos.

Además de practicar tu capacidad para aceptar, debes ponerla en práctica, Tu intención necesita ser soportada por una decisión que te lleva a la acción. Para entrenarte a aceptar plenamente los cambios en tu vida y en tu cuerpo, puedes pensar “Acepto” cada vez que te encuentres ante alguno.

Afirmar mentalmente que aceptas producirá nuevas emociones más positivas y te abrirá a soluciones también más positivas.

2. Provocar el cambio

Antes de poder iniciar el cambio que deseas, quiero hablarte del proceso por el que vas a pasar y que involucra cinco etapas.

La primera etapa está marcada por la falta de conciencia, cuando no ves tu problema y no aceptas reconocerlo, aunque te lo señalen. Es un punto de partida común para muchos.

La segunda etapa es cuando te das cuenta del problema, pero aún no estás list@ para actuar. Tienes sentimientos ambivalentes porque percibes los pros y los contras a partes iguales y no te llegas a comprometer con cambiar. Es fácil y frecuente quedarte atrapad@ en esta etapa de contemplación e indecisión. Para salir de ella, prueba a practicar el “Acepto” con tu indecisión, tus dudas, tus miedos..

La tercera etapa es de preparación y se caracteriza por asumir un compromiso de cambio. Tienes la intención de tomar medidas dentro del próximo mes y es posible que ya estés haciendo pequeños cambios como comprar algún alimento más sano si has decidido ponerte a dieta.

La cuarta etapa es de acción para el cambio. Tu cambio es intencional, no te lo ha impuesto nada ni nadie. Lo has decidido y tienes un fuerte compromiso con él. Esta etapa de acción dura unos seis meses mientras se consolidan las nuevas modificaciones de comportamiento.

Cambiar para Cambiar

La quinta y última etapa corresponde al mantenimiento indefinido del cambio. Durante esta etapa, tu atención se centra en evitar volver a viejos patrones y en integrar completamente el cambio en tu vida.

Como ves, el cambio no es un evento puntual o una acción singular, sino un proceso por el que vas a pasar de la mejor o de la peor manera.

Si quieres cambiar, ayuda a tu mente. Evalúa las creencias que te mantienen donde estás contestando a tres preguntas:

¿Crees que cambiar es posible?

¿Crees que cambiar es posible, pero tú no puedes?

¿Crees que cambiar es posible, pero tú no lo mereces?

En las respuestas que des verás los límites que te pones y podrás averiguar qué los mantiene.

Las creencias son lazos emocionales que nos unen en primer lugar con nuestra familia y sus valores. Las creencias nos son inculcadas desde la gestación, período durante el que tu madre y tu padre las han manifestado y tú las has escuchado.

Las creencias se transmiten con afirmaciones en forma de coletillas, refranes y dichos populares que salpican la comunicación. Pueden ser de tipo pesimista como, “Piensa mal y acertarás” o “El hombre es un lobo para el hombre”. Y también pueden ser mensajes optimistas como “Lo único imposible es lo que no se intenta” o “El Universo siempre conspira a tu favor”.

  • Comprueba la polaridad en tus creencias, ¿es positiva y te impulsa o es negativa y te frena?
  • Evalúa los apegos inconscientes que te mueven o te limitan. Si fueras otra persona, si hubieras nacido en otra familia, en otro país, ¿seguiría pensando lo mismo?

Recuerda que una creencia no se puede eliminar o rechazar, solo se puede cambiar por otra. La primera sea quizás la de creer que te seguirán amando, aunque cambies.

Factores de resistencia al cambio:

El pensamiento conservador, es decir contrario a la noción de cambio y en favor de la defensa y la perpetuación de ciertos valores. Los valores, junto con las creencias, se mantienen por los apegos afectivos. Necesitamos revisarlos y darnos cuenta de que podemos cambiarlos y sin embargo amar a quiénes los siguen profesando.

Los Patrones de pensamiento inflexibles, Las personas que siguen patrones mentales rígidos asumen que su perspectiva es la única correcta. Suelen estar apegadas al pasado, tienen miedo a la transformación y esto las lleva a adoptar conductas que las mantienen estancadas. Para confrontar aspectos de inflexibilidad mental, es necesario poner atención en descubrirlos y puedes practicar “Acepto” mientras visualizas el cualquier proceso natural de cambio (la semilla se transforma hasta ser un árbol frutal).

Comportamientos rutinarios: Evidentemente, el hacer reiteradamente algo refuerza el camino neuronal que mantiene los pensamientos en un mismo camino. Es un bucle que se retroalimenta. Practicar los ejercicios que te incluyo a continuación será inmediatamente beneficioso salir de pequeñas y grandes rutinas que mantienen la rigidez en tu vida.

JUEGOS PARA EL CAMBIO

Con estos juegos, puedes entrenar tu mente a saber adaptarse y esto te va a ayudar a fluir de forma más creativa en los acontecimientos de tu vida. Prueba a hacer cosas de forma distinta, introduce variantes a la hora de actuar. Por ejemplo,

  • Cambia algo en tu rutina mañanera: Procura cambiar el orden en las cosas que haces nada más levantarte. Primero pis, luego lavar dientes, después vestirte puede cambiar a vestirte, hacer pis y lavar dientes.
  • Haz algo de forma distinta: Juega a usar la mano con la que te sientes menos cómod@ y eficaz, muévete a oscuras por un trayecto conocido, camina de espaldas, usa tus pies para mover objetos, etc. Usa tu creatividad para explorar diferentes situaciones de una forma distinta.
  • Haz algo nuevo: Puede ser tan fácil como comer algo que no habías probado, ir a un sitio en el que nunca has estado o apuntarte a alguna actividad que no has practicado. También, será interesante que lo practiques en tus relaciones.
  • Entrena tu capacidad de tolerar: Come algo que no te gusta, aguanta con un hielo en la mano, ve a un lugar ruidoso, etc.

Aunque te resulte incómodo, insiste en practicar estos juegos. Cuanto más difícil sea el cambio deseado, cuanto más imposible parezca, mayor es la necesidad de introducir cambios pequeños pero muy seguidos para que el efecto sea como el goteo incesante del agua, ninguna gota duele, pero todas suman.

Con afecto,

Sophie

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