La mente no es del todo fiable, tiene sesgos, filtros, distorsiones y olvidos. Conocerlos te permite poder manejarla en tu favor porque es altamente sugestionable
Nuestra mente, presa del miedo a lo desconocido, siempre quiere respuestas y se organiza para crear una realidad coherente en un entorno en el que le falta información. Cuando nos enfrentamos a situaciones que nos confunden o nos sorprenden, la mente utiliza ilusiones, engaños, atajos y trucos para que nuestra percepción, memoria o razonamiento puedan operar con mayor eficiencia.
Algunos ejemplos de los engaños de la mente son:
- Los efectos ópticos: Cuando vemos algo que no es real o que distorsiona la realidad.
- Los falsos recuerdos: Cuando recordamos algo que no ocurrió o que recordamos de forma diferente a como ocurrió.
- Los sesgos mentales: Cuando interpretamos la información de forma parcial o errónea.
- Los olvidos: Cuando descartamos selectivamente, tanto consciente como inconscientemente, determinadas cosas, personas o pensamientos.
Esto nos hace manejables y sugestionables, tanto por influencias externas como por nuestros propios mecanismos internos sujetos a mecanismos que no conocemos, ni sabemos manejar.
Existen varios engaños de la mente que debemos tener presentes. El más conocido es el de las ilusiones visuales u ópticas. De ellas hemos aprendido que la mente tiende a hacer suposiciones sobre el mundo y que lo que creemos que vemos, a menudo, no es la verdad.
El conocimiento sobre las ilusiones se remonta al año 350 A.C. cuando Aristóteles se dio cuenta de que, si miras una cascada y luego miras a unas rocas estáticas, las rocas parecen moverse en dirección opuesta al flujo de agua. Concluyó que “se puede confiar en nuestros sentidos, pero se los puede engañar fácilmente”.
El auge del estudio de este efecto llamado “efecto posterior del movimiento” o “ilusión de la cascada” comenzó realmente en el siglo 19 cuando una escuela de científicos que estudiaba la percepción creó ilusiones simples para arrojar luz sobre cómo el cerebro percibe patrones y formas. Esto llevó a las primeras teorías sobre cómo los ojos pueden engañar a la mente.
La ilusión de Ebbinghaus reveló que el cerebro emite juicios sobre el tamaño utilizando objetos adyacentes. Los círculos naranjas aquí son en realidad del mismo tamaño.
Casi al mismo tiempo, la ilusión de Ponzo ilustró que el contexto también es fundamental para la percepción de profundidad.
Muestra que las líneas del mismo tamaño pueden parecer de diferentes longitudes cuando se colocan entre líneas paralelas convergentes. Nuestro sentido de la perspectiva hace que las líneas inclinadas nos hagan creer que la línea superior está más lejos.
En las décadas de 1960 y 1970, las ilusiones inspiraron un estilo llamado arte óptico u “Op-Art”. Victor Vasarely es ampliamente considerado como el padre de este movimiento, y algunos de sus trabajos son estudiados por científicos en la actualidad.
Es bueno aceptar que lo que ven nuestros ojos no siempre es fiable.
La mente siempre busca atajos
Cuando intenta resolver un problema, tomar una decisión o aprender nuevos conceptos, la mente suele recurrir a reglas o soluciones generales que le han funcionado bien en el pasado.
Estos sesgos mentales, conocidos como heurísticas, son estrategias para la eficiencia mental porque acortan el tiempo de toma de decisiones al simplificar las cosas para que no tengamos que analizar cada detalle. Su propósito es hacer que los problemas sean menos complejos al omitir parte de la información que llega al cerebro, ya sea consciente o inconscientemente.
En muchos casos, este es un enfoque útil y eficaz pero los sesgos mentales son distorsiones o errores en el procesamiento de la información que nos llevan a tomar decisiones ilógicas o irracionales.
Hay muchos tipos diferentes de heurísticas. Cada tipo desempeña un papel en la toma de decisiones, pero ocurren en contextos diferentes. Comprenderlos permite comprender mejor cuál estamos utilizando y cuándo.
Los sesgos mentales
- El sesgo de disponibilidad. Es nuestra tendencia a tomar decisiones basándonos en lo fácil que nos resulta recordar algo, lo que nos lleva a pensar que es lo más común o que ocurre con más frecuencia.
Cuando se trata de hacer un juicio sobre un riesgo o un peligro relativo, este atajo mental nos ayuda a realizar evaluaciones rápidas, pero a veces incorrectas, porque tendemos a pensar que es más probable que vuelva a suceder aquello que está fresco en nuestra memoria.
¿Qué trabajo es más peligroso, ser policía o maderero? Si bien las noticias sobre ataques a policías pueden llevarnos a pensar que los policías tienen el trabajo más peligroso, las estadísticas muestran que los madereros tienen más probabilidades de morir en el trabajo que los policías.
Así, puede que te aterrorice volar en avión. En realidad, viajar en avión es mucho más seguro que viajar en coche, pero tu mente está usando este atajo mental para llevarte a creer que volar es muy peligroso porque inmediatamente piensas en accidentes aéreos recientes. Eso te lleva a creer que los accidentes aéreos son más comunes de lo que realmente son.
Por esto, la publicidad utiliza la repetición de un mensaje para conseguir llevarnos a pensar que un producto es más fiable de lo que realmente es.
- El Sesgo de Familiaridad. Este sesgo se desarrolló a partir del descubrimiento del sesgo de disponibilidad. Se refiere a cómo tendemos a tener opiniones más favorables sobre cosas, personas o lugares porque los conocemos o los hemos experimentado antes.
Así, ante dos opciones, podemos elegir aquello con lo que estemos más familiarizados incluso si la nueva opción ofrece más beneficios.
Este sesgo aumenta la probabilidad de que compremos repetidamente productos de la misma marca porque damos por hecho que nuestro comportamiento pasado al comprar el producto de esta marca específica probablemente fue correcto y debe repetirse.
El sesgo de familiaridad nos puede conducir a tomar decisiones sesgadas, a perder oportunidades y a limitar la diversidad de nuestros pensamientos o experiencias.
- El Sesgo de Representatividad implica estimar la probabilidad de un evento comparándolo con un prototipo que tenemos en mente.
Este sesgo omnipresente llega a desempeñar un papel importante en muchas decisiones y juicios de la vida real con serias consecuencias.
Por ejemplo, en la justicia, cuando los jurados pueden emitir juicios de culpabilidad basándose en cuanto se parece un acusado a su prototipo de sospechoso.
Este sesgo también puede desempeñar un papel importante en las valoraciones que hacemos sobre otras personas.
Así, un hombre mayor de voz suave puede recordarnos a nuestro abuelo, por lo que, basándonos en nuestra relación con él, asumiremos naturalmente que es amable, bueno y digno de confianza.
El problema con esto es que a menudo sobreestimamos la similitud entre las dos cosas que comparamos. Además, este sesgo nos lleva a basarnos en prototipos para guiar nuestras decisiones y estos pueden convertirse en estereotipos que llevan a los prejuiciosos y a la discriminación
- El Sesgo de Afecto. Implica que tomemos decisiones influenciadas por nuestras emociones. Las investigaciones han demostrado que cuando estamos de buen humor es más probable que tomemos determinadas decisiones porque vemos que tienen mayores beneficios y menores riesgos. A la inversa, nuestras emociones negativas nos llevan a enfocarnos en sus posibles desventajas en lugar de considerar sus posibles beneficios.
Por ejemplo, has estado buscando empleo durante los últimos meses. Tu última solicitud te permitió conseguir una entrevista en una empresa muy importante, pero no has pasado a la segunda ronda de entrevistas. Estabas muy ilusionad@ con esta oportunidad y ahora te sientes desanimad@. Rápidamente, te proponen otra oferta de trabajo para un puesto similar, pero en una empresa más pequeña. Aunque estás perfectamente cualificad@, decides no presentar tu solicitud porque, debido a tu estado de ánimo, sientes que tampoco vas a conseguir ese trabajo.
Claramente, este sesgo puede tener una poderosa influencia en la calidad de nuestras decisiones.
- El Sesgo de Escasez. Este sesgo nos hace asumir que las cosas que son escasas o menos disponibles son inherentemente más valiosas que las que son abundantes.
Los especialistas en marketing aprovechan este sesgo para influir en nuestras decisiones de compra creando la percepción de que existe, o puede haber, una posible falta de disponibilidad de un producto y aumentar así su valor percibido y su deseabilidad.
Por ejemplo, utilizan las tácticas de escasez con campañas promocionales que presentan productos de edición limitada o que pueden agotarse. También crean marcos de tiempo restringidos para adquirir productos, como los Black Friday.
Este es otro sesgo que nos hace latamente manipulables.
- El sesgo de confirmación. Es la tendencia a buscar, interpretar y recordar solo la información que confirma nuestras creencias o hipótesis e ignorar o minimizar las que las contradicen.
Por ejemplo, leeremos solo las noticias que coinciden con nuestra ideología política y desconfiaremos sistemáticamente de otras fuentes, buscaremos en internet solo los síntomas que apoyan nuestro autodiagnóstico, pero no consultaremos a profesionales que puedan ofrecernos una opinión más objetiva o también recordaremos solo los aciertos de nuestro horóscopo en un periódico de gran tirada e ignoraremos sus errores.
Este sesgo nos hace más propensos a cometer errores de razonamiento, a mantener prejuicios y a resistirnos al cambio.
- El sesgo de anclaje. Es la tendencia a dar más peso a la primera información que recibimos sobre algo, y a ajustar nuestras opiniones o decisiones en base a ella, sin tener en cuenta otras fuentes o evidencias.
Por ejemplo, comprar un producto a precio rebajado sin compararlo con otras opciones ni valorar su calidad, negociar un salario aceptando la primera cifra que nos propongan sin considerar nuestro valor ni el mercado laboral o Juzgar a una persona por la primera impresión que nos causa, sin pretender conocerla mejor ni recabar otras opiniones.
Este sesgo nos hace más vulnerables al error o a la manipulación.
- El sesgo de autoridad: Es la tendencia a creer o a seguir a una persona o fuente sin cuestionar su veracidad o validez simplemente porque tiene prestigio, poder o influencia.
Por ejemplo, darle la razón al jefe aunque no estemos de acuerdo con él, confiar en la opinión de nuestro médico por encima de nuestro instinto o creer en la opinión de un político por encima de la opinión de un experto.
Este sesgo puede llevarnos a tomar decisiones que no nos benefician por seguir ciegamente instrucciones sin considerar las consecuencias o sin considerar fuentes alternativas de información. También, nos lleva a decidir siguiendo la emoción en lugar de la lógica o la intuición. En general, el sesgo de autoridad nos lleva a tomar decisiones irracionales.
- El sesgo de grupo. Es la tendencia a favorecer y a defender a los miembros de nuestro grupo y a desconfiar o discriminar a los miembros de otros grupos.
Por ejemplo, tendremos siempre una opinión positiva sobre quienes pertenecen a nuestro partido político mientras que nuestra opinión sobre quienes son miembros del partido rival será siempre negativa.
Evidentemente, este sesgo nos hace manipulables. Además, favorece consecuencias negativas como la discriminación, los prejuicios y los conflictos entre grupos. En general, dificulta que veamos las cosas desde otras perspectivas y aceptemos a quienes no pertenecen a nuestro grupo.
- El efecto halo. Es la tendencia a evaluar a una persona, organización, producto o marca de manera global, basándonos en una sola característica o en una única cualidad que llama nuestra atención.
Por ejemplo, creer que una persona es inteligente, simpática y honesta sólo porque es físicamente atractiva o canta como los ángeles. También, preferir un producto o una marca únicamente porque tiene un diseño atractivo o confiar en una empresa solo porque tiene buena reputación.
Este efecto nos lleva a confundir nuestra percepción con la realidad.
- El efecto Forer o efecto Barnum, también llamado falacia de validación personal, es el que nos hace creer que ciertas afirmaciones generale nos caracterizan personalmente, cuando en realidad son aplicables a un gran número de individuos.
Este efecto funciona porque las declaraciones son ambiguas, vagas y genéricas.
Por ejemplo, “Te preocupas por el dinero”, “Tienes un intenso deseo de que la gente te acepte ” o “Aunque tienes algunas debilidades, te esfuerzas en superarlas y ser una mejor persona”.
Son afirmaciones ciertas para la mayoría de nosotr@s, por lo que tendemos a aceptarlas a título personal.
- El efecto de encuadre es un sesgo que consigue que reaccionemos de manera diferente o tomemos decisiones según cómo se presente o se “encuadre” la información.
Así, el marketing aprovecha este sesgo resaltando los aspectos positivos del producto. Sus anuncios utilizan expresiones como “Ahorre el 25%” en lugar de “Gaste el solo 75%” porque sugiere una ganancia en lugar de una pérdida.
En la alimentación, la etiqueta que anuncia “90 % sin grasa” resulta más atractiva que una que dice “solo 10 % de grasa” y, en el ámbito laboral, una oferta que promete “10 días laborables de vacaciones” suena menos atractiva que una que menciona “2 semanas de vacaciones”.
La información es la misma pero el encuadre hace que solamente percibamos una de ellas como atractiva.
- El descuento hiperbólico es la idea de que, dadas dos recompensas, tendemos a preferir la que obtenemos antes frente a la que llegará después, aunque ésta sea más beneficiosa que la primera.
Por ejemplo, si nos ofrecen 500€ ahora o 1.000€ dentro de un año, la mayoría aceptaremos los 500€ ahora. Lo que supone la demora en recibir la recompensa la hacen menos atractiva y la descartamos. Esto se aplica a casi cualquier recompensa, no solo al dinero.
Este fenómeno nos hace vulnerables a tomar decisiones de forma impulsiva y puede llegar a sabotear el que podamos alcanzar nuestras metas.
- La aversión a la pérdida es la tendencia que tenemos a dar más importancia a las pérdidas que a las ganancias porque el dolor por la pérdida es más poderoso que la alegría de una ganancia. No nos gusta perder lo que ya tenemos. Este sesgo de aversión a las pérdidas hace que tomemos decisiones equivocadas o dejemos de tomar decisiones beneficiosas para evitar sentir una pérdida.
Por ejemplo, nos quedamos en un trabajo que odiamos porque tememos la pérdida de estatus o estabilidad, incluso cuando tenemos el potencial de ganar más y ser más felices haciendo otra cosa o tratamos de encubrir nuestros errores, incluso cuando son involuntarios, por temor a perder nuestra credibilidad. Por su parte, las organizaciones suelen resistirse al cambio porque los que se “sienten perdedores” con ese cambio siempre son más ruidosos que los que se sienten potencialmente ganadores.
Un cerebro ciego al cambio
La ceguera al cambio es la sorprendente dificultad que tenemos para notar grandes cambios en las escenas visuales. Si algo en tu campo visual cambiara significativamente ante tus ojos, lo notarías ¿verdad?
Desengáñate, no puedes ver o ser consciente de todos los cambios que ocurren en tu entorno inmediato, simplemente porque hay demasiada información para que tu cerebro la procese por completo. Además, las expectativas también pueden desempeñar un papel importante.
¿Esperarías que una persona cambie repentinamente por otra persona mientras hablas con ella? Los investigadores califican este sesgo de sorprendente porque, en muchos casos, los cambios en el campo visual son tan espectaculares que parece imposible pasarlos por alto. Sin embargo, cuando tu atención está enfocada en otra cosa, llegas a pasar por alto los cambios, tanto menores como mayores, que ocurren justo frente a ti.
En un estudio, se involucró a varios participantes en una conversación. Luego, durante un momento de distracción, se intercambiaron compañeros de conversación. La mayoría de los participantes no notaron el cambio. En otro estudio, se anunció a un público que habría cambios en una película que iban a ver y se les mostraron imágenes de las secuencias implicadas. El 83% de los participantes predijo que notaría estos cambios, pero solo el 11% lo consiguió.
La memoria no es tan nítida como parece
La memoria no es como una cámara de video, que preserva cuidadosamente los eventos tal y como ocurren. Es mucho más frágil, imprecisa y susceptible a las influencias de lo que crees.
Por ejemplo, la investigación muestra que es sorprendentemente fácil hacer que alguien recuerde vivencias y acontecimientos que en realidad no sucedieron. Un estudio mostró que ver un video de otras personas haciendo algo llevó a los participantes a creer que ellos mismos lo habían hecho. Esto también ocurre cuando creemos recordar un episodio de nuestra infancia, cuando en realidad solo nos la contaron.
Así mismo, tendemos a olvidar enormes cantidades de información, desde detalles triviales con los que nos encontramos todos los días hasta información importante que necesitamos. De hecho, olvidamos sorprendentemente rápido. Las investigaciones han encontrado que aproximadamente el 56 % de la información se olvida en una hora, el 66 % después de un día y el 75 % después de seis días.
El olvido
El olvido es otro interesante mecanismo de nuestra mente. Su función es proteger la salud psicológica y liberar espacio para optimizar la memoria. Para ello, tiene diferentes mecanismos:
Por ejemplo, cuando una información es muy similar a otra información que se almacenó previamente en la memoria, estos recuerdos compiten con los anteriores recuerdos y pueden ocurrir interferencias.
También, los errores de codificación a veces impiden que la información entre en la memoria a largo plazo. La pérdida de información tiene menos que ver con el olvido y más con el hecho de que, en primer lugar, nunca llegó a la memoria a largo plazo.
En un clásico experimento, los investigadores pidieron a los participantes que identificaran un centavo estadounidense correcto dentro de un grupo de dibujos de centavos incorrectos. Si bien las personas están familiarizadas con este objeto cotidiano, fueron sorprendentemente malos para detectar detalles clave. La razón de esto es que solo los detalles necesarios para distinguir los centavos de otras monedas fueron codificados en su memoria a largo plazo. Identificar un centavo no requiere conocer sus detalles o su imagen exacta. Como esta información no es realmente necesaria, no solemos memorizarla.
Los recuerdos también tienden a simplificarse. Si bien puedes recordar la esencia general de algo, es probable que olvides muchos de los detalles.
Una función más que nuestra mente utiliza es el Olvido motivado. En efectos, los recuerdos dolorosos son dañinos pueden tristeza, culpa, rabia y miedo, e incluso depresión, angustia o ansiedad, por lo que la mente procura eliminarlos.
Para hacerlo, la mente utiliza dos formas básicas de Olvido motivado: O bien suprime los recuerdos o bien lo reprime.
La supresión es la forma activa de olvidar un recuerdo o una experiencia. Por ejemplo, no hablar de ellos, no querer recordarlos, distraerte con otras actividades o evitar situaciones que puedan conectarte con lo que ocurrió.
La represión ocurre cuando tu mente rechaza las representaciones, ideas, pensamientos, recuerdos o sentimientos ligados al episodio traumático para mantenerlos en el inconsciente. Por ejemplo, cuando has experimentado un episodio traumático en la infancia y luego no puedes recordarlo conscientemente en la edad adulta.
Con afecto,
Sophie