La abrumadora evidencia de los efectos genéticos ha venido evocando una visión fatalista que nos define como esclavos de nuestra biología. Independientemente de la naturaleza de los genes que heredemos de nuestros padres, gracias a la epigenética tenemos nuevas evidencias de que la conexión cuerpo-mente afecta la actividad del genoma.
La epigenética es el estudio de cómo la psique, el comportamiento y el entorno pueden provocar cambios que determinan el funcionamiento de los genes. Es una gran noticia ya que, a diferencia de los rasgos genéticos, la expresión epigenética es reversible y permite cambios.
En efecto, no cambia la secuencia del ADN, pero sí la forma en que el cuerpo lee sus secuencias. Usando una analogía, el genoma (el ADN particular) de un individuo opera como una computadora, y el epigenoma sería el software que define como va a trabajar.
La ciencia de la epigenética respalda la mayor parte del ADN puede ser activado o desactivado por muchos factores como creencias, emociones, dieta, estilo de vida, relaciones, ecología, toxinas y trauma.
El ADN no cambia, pero el entorno sí “etiqueta” las diversas expresiones de los genes, de modo que partes de su genoma no se expresen. Las modificaciones epigenéticas son dinámicas y son procesos potencialmente reversibles. Cambiar pensamientos, sentimientos y perspectivas puede activar o desactivar el ADN.
Ahora, Sabemos que los Genes No Son el Destino
El conocimiento de la epigenética es un medio para trascender nuestras predisposiciones innatas y producir diferencias individuales en el comportamiento, la cognición, la personalidad y la salud mental. El cambio dinámico en este nivel nos permite una influencia casi ilimitada sobre nuestro destino. Aquí es donde intervienen la elección y la conciencia.
Muchos de los sentimientos, actitudes ante la vida y síntomas que experimentamos no están relacionados con nuestra historia personal.
La epigenética proporciona un marco para comprender cómo la expresión de los genes se ve influenciada no solo por las experiencias y el entorno, sino que hay una base biológica que explica cómo el dolor, el estrés y los traumas de una generación informaron a las generaciones siguientes.
Lo que hicieron nuestros abuelos sí nos afecta. Todos los acontecimientos no resueltos permanecen en la familia. Si nuestros abuelos guardaron secretos o sufrieron traumas —guerras, violencia o pobreza — los efectos emocionales se transmiten no solo en el comportamiento, sino en la expresión de la genética de su descendencia.
Tienen su origen en una “lealtad familiar” que quiere que una generación se haga cargo inconscientemente de los conflictos no resueltos de las generaciones anteriores. Por el bien de nuestra familia y con el fin de restablecer el equilibrio en nuestro sistema familiar, hemos tomado sufrimiento, deuda, culpa o destinos trágicos que nuestros antepasados no asumieron.
Si la situación traumática original no se resolvió en ese momento, permanecerá en el sistema familiar hasta que pueda ser tratada adecuadamente.
Podemos Curar el Pasado
Podemos sanar la expresión del ADN de nuestra historia y gracias a la psicoterapia, aprender sobre nuestra mitología familiar y trascender sus constricciones y condicionamientos, aprendiendo cómo regular y desactivar nuestra reactividad emocional.
La mente inconsciente no conoce la diferencia entre la verdad y la ficción. Esto implica que, si una nueva perspectiva para resolver los ‘Asuntos pendientes’ del sistema familiar puede encontrarse en el proceso terapéutico, es probable que la mente la asuma, especialmente si es más favorable y menos dolorosa que la historia original.
Esto significa que podemos cambiar y sanar mucho más de lo que pensábamos, especialmente con buenas terapias y enfoques efectivos como las Constelaciones Familiares y otras terapias sistémicas.
Realmente estamos conectados con los sufrimientos del pasado pero afortunadamente tenemos el poder de cambiar las generaciones futuras cambiándonos a nosotr@s mism@s ahora.
Con afecto
Sophie Hardy